viernes, agosto 10, 2007

20 años después

Cuando me preguntan qué hago en mi tiempo libre durante este verano, tiempo libre del que ya hablé, el cual es mucho, siempre digo que escribir un libro, queda bonito, verdad? de ilusiones también se vivie.

Bueno, un libro no seré capaz de escribir, pero hay veces que unas líneas se convierten en unas decenas, así que aquí os dejo con mi amiga Maria Elena, para quien tenga ganas de leer.

Aclarar que es ficción, aunque una egocéntrica de nacimiento siempre acaba hablando de si misma, aunque sea en tercera persona como hacía la gran marciana, perdón ,hermana, Aída.

He aprendido a poner lo de "seguir leyendo" gracias a Google, of course, y a que me ha llevado a este blog, por si alguien quiere, sepa cómo hacerlo. Es fácil, yo lo he conseguido.


Maria Elena como todos los días después de salir del trabajo y tomarse un vino en algún bonito bar de la ciudad, llego a su casa, un apartamento bien decorado pero siempre desordenado. Maria Elena siempre pensaba en contratar a alguien que le ayudara en casa ya que como ama de casa no tenía precio (de lo mala que era), pero al final nunca tenía tiempo para buscar a la persona adecuada.

Confiarle a alguien las llaves de su casa, esas llaves que nunca entregaba, ni siquiera a sus parejas, no era tarea fácil, por lo que al final nunca lo hacía, y su apartamento seguía desordenado, y su vitro cerámica sin apenas estrenar.



Al subir a su cuarto piso, recogió las cartas que se amontonaban en el buzón, entró en su casa, se quitó los zapatos de tacón, se sirvió otra copa de vino y se dispuso a abrir las cartas recibidas.


Una factura, otra factura, otra, folletos publicitarios... bufff, un poco más de lo siempre.


Pero tras pasar los sobres, uno llamó su atención, una carta procedente de su colegio, de aquel en el que había pasado su infancia, su adolescencia, su juventud, donde había conocido a su primer amor, las peyas en los billares de la esquina, los primeros porros a escondidas… una etapa preciosa, unos años para recordar.


Fue hasta su mesita y cogió su abrecartas, le encantaba ese regalo que un día su hermano le había hecho, aunque apenas lo usara, ya que siempre abría sus cartas “ a lo bruto”, pero las cartas personales, de esas que ya no se escriben, le gustaba abrirlas bien, con aquél precioso abrecartas.


La abrió con cuidado, y tras servirse otra copa de vino leyó su interior.


Le invitaban a una cena. Esa cena que se celebraba cuando pasaban 20 años desde que habías salido del colegio.


Maria Elena no supo si alegrarse o no, era ese mismo sábado, en su ciudad natal. No tenía ningún plan, así que no tenía ningún problema para poder asistir.


¿Ya habían pasado 20 años? ¡Qué rápido había pasado el tiempo!


Maria Elena aún no sabía si esa invitación le alegraba o no, no mantenía el contacto con ninguno de sus antiguos compañeros y aunque la curiosidad por saber de sus vidas le podía, había un algo que le echaba para atrás; por su trabajo tenía que asistir a muchas fiestas donde debía ser simpática, y realmente no le apetecía demasiado fingir también en su tiempo libre.


Aunque por otra parte, era una mujer independiente, bella, y con una brillante carrera, había viajado por numerosos países, y conocía a gente interesantísima; y no es que le gustara presumir, pero seguro que destacaría en esa cena, y todos sus antiguos profesores y compañeros le felicitarían.


No pasaba por un buen momento personal, así que unos cuantos halagos gratuitos y unas comiditas de mamá no le vendrían nada mal.


Leyó el pie de la carta: confirmar asistencia antes del martes 5, bien, no tenía mucho tiempo, mañana le pedirá a su asistente que llame para confirmar, para no variar todo en el último momento.


Ese día Maria Elena utilizó la hora de la comida para irse de compras, quería estar espectacular, tenía que estarlo.


Y tras varios días de nervios y preparativos, llegó la esperada cena, y una sonada decepción.


No sólo no halagaron su brillante carrera. Con 38 años, sin marido ni hijos, no eras nadie para ellos. Cuestionaron el estilo de vida de Maria Elena, más normal de alguien de veintitantos que de una casi cuarentona… al escuchar esa palabra, cuarentona, Maria Elena no pudo más, rompió a llorar, y salió corriendo.



[Sonando: "Si tu quisieras" de Efecto mariposa]

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Por desgracia, hay gente que no entiende que cada uno tiene su estilo de vida y, que lo importante, es ser feliz en ella.

Muy chulo el relato.

Un besitooo

Anónimo dijo...

Uff yo no sería capaz de escribir un libro. Mucha imaginación, situaciones, personajes, lugares, etc...

Y mucho tiempo.... porque no es para nada sencillo.

En cuanto al relato muy bueno.

Un beso.

Anónimo dijo...

Cada uno elige como y con quien quiere vivir. En cuanto a los cuarenta....me parece una edad de los más hermosa y un buen momento para empezar a disfrutar de la vida más de lo que la hayas disfrutado.

"la vida es sueño y lo sueños sueños son"

Un abrazo

magnica dijo...

acoolgirl: tienes toda la razón, lo importante es hacer lo que a uno le hace feliz.
gracias guapa! un besito

hidalgo: yo tampoco sería capaz, pero "no me llames iluso porque tenga una ilusión", soñar es gratis :D
un besito!!

walter: cuanto tiempo sin verte por mis mundos!
la vida es un sueño... pero hay veces que los sueños se transforman en pesadillas...
otro abrazo para ti!

Anónimo dijo...

x magnica:
Yo nunca dejo de leer tus mundos...pero es que pa opninar de tacones y de canciones...en eso no aporto mucho, yo aporto en cosas como estas que son de escribir que me gusta mas, a partir de ahora te dejare un comentario de Hola, en los post que crea que mmi opinión no vale la pena, así sabrás que nunca dejo de leerte, un abrazo

magnica dijo...

walter: no hace falta que comentes todos los post, sólo faltaba!
comenta solo los que quieras